GUGGENHEIM
El
Guggenheim aparece ante nosotros como una masa caótica de metales entrelazados
que nada tiene que ver con la ciudad ni en tamaño ni en formas ni materiales.
Predomina en cualquier ángulo en el que enfoques la ciudad, es muy llamativo.
Al estar rodeado directamente por naturaleza (un parque, la ría...) no choca
tanto con la antigua ciudad sino que embellece allá donde aparece ya que el
hecho de que rompa la rutina visual alegra en gran medida.
Por otra
parte, el carácter llamativo y chocante puede llegar a imponer, lo cual
contradice la actitud exploradora que te hace pensar cómo se reflejarán esas
curvas tan complejas en su interior. Podría invitar más a entrar si las entradas
fueran en consonancia con el resto del edificio; al ser la unica parte recta,
cuadriculada... Desanima un poco.
El
interior desconcerta, no se asemeja al exterior de ningún modo, solo comparten
formas curvas como tema principal pero no es el espacio cerrado aunque diáfano
que me imajinaba, o en su defecto, túneles curvos y estrechos que recorren el
espacio. Pero el espacio encontrado no deja nada que desear. Podemos llegar a
sentirnos perdidos y envueltos, lo cual es la mejor sensación que he podido
captar dentro (y que no había experimentado hasta el momento). Ir mirando las
paredes, el techo alto, el suelo... Y sentirte completamente aislado, en una
burbuja y llegarte a marear ligeramente con las luces azules y rojas
parpadeantes. Cuando sientes todo esto deambulando por las pasarelas y pasillos
te sentías acojido en algunas partes más estrechas y expuesto en las más
grandes y abiertas. (Por supuesto todo esto excluye las salas de exposiciones
que para mi gusto estan encajadas con alfileres dentro del modelo y del
sentimiento del proyecto del Guggenheim). Me encantó darme cuenta de la
complejidad del edificio cuando paseando entre salas y pasillos con unas
compañeras, aparentemente en linea recta, aparecimos de repente otra vez en el
punto de partida.
Lo que más
favorece el planteamiento del edificio son las comunicaciones, la manera de
moverse y perderse en su interior. Por esa razon los ascensores están a la
vista y sin embargo no pasa igual con los baños, taquillas, salas, etc... Ni
hay carteles que nos lo indiquen nada mas que lo justo y necesario para que
casi no se vea.
Siendo un
armazón por fuera casi hermético, como la coraza de un barco o un submarino; al
entrar sorprende mucho la inmensa cantidad de luz que casi ni sabes por donde
entra.
La escala
va acorde con la sensación, o más bien al reves. Es una escala exagerada,
monumental. Cuando te situas en la planta principal y te atreves a mirar hacia
arriba te sientes mucho mas pequeño e insignificante aún.
En cuanto
a los materiales, destacan cuatro: metal, piedra (marmol, creo), vidrio y yeso.
Estos materiales bien podrían ser otros ya que mis conocimientos sobre el tema
son escasos. Me llamó mucho la atención ese material blanco que recubría las
formas más curvas. Un material que casi no parecía material, que me recordaba
enteramente a un render de Kerkythea.
En
conclusión, la función del edificio no es un museo en el que exponer sino un
espacio en el que perderte ya que los añadidos de las salas de exposiciones
casan más bien poco o menos con el resto del lugar. Esto tambien podemos
entenderlo como reivindicación por parte del arquitecto, con palabras: esto no
forma parte de mi proyecto, no está hecho para contemplar parado frente a una
pared.
KURSAAL
El
edificio contrasta con la parte antigua de la ciudad y con la zona de playa y
paseo marítimo. Para míes un regalo, una grata sorpresa entre los edificios más
antiguos (también bellos) de la ciudad.
Aunque
como ya he dicho contrasta con la parte vieja, casa fácilmente gracias a estar
rodeado de agua en su mayoría y también a que San Sebastián es una ciudad
abierta a cambios de este tipo.
Al verlo
sientes tranquilidad, la transparencia y frialdad del vidrio que lo recubre
conjuga con el río y el mar; es apetecible contemplarlo el tiempo necesario.
Por otra
parte, tanto rechaza como invita a entrar. El tratamiento de la luz se intuye y
es eso lo que incita a la curiosidad pero, en contraposición al Guggenheim, las
formas claras y sencillas te hacen observarlo cual escultura desde fuera, no entrar
a explorarlo.
Como era
de esperar, en el interior las formas sencillas se corresponden. La luz entra
por todas partes e inunda el interior de forma discreta porque aun habiendo esa
comunicación interior exterior, no se ve a traves de las paredes. Esta
sensación desconcierta un poco.
Esto
ocurre en las zonas de paso (los espacios justo detrás de esas paredes
gigantescas de vidrio). En el interior del edificio hay otras estructuras
totalmente aisladas que no dejan pasar la luz en ningún momento y que podrían
hacerte sentir rechazado de no ser por que son espacios convencionales con los
que estamos familiarizados (salas de actos, auditorios, salas de reuniones...).
Aunque no
te orientas tanto como para no tener carteles, por supuesto, más que en el
Guggenheim, donde la orientación era casi nula. Esta información puede estar
distorsionada ya que en todo momento fuimos guiados por el personal del
establecimiento que amablemente nos facilitaban toda la informacion necesaria
sobre el edificio.
La
iluminación, como ya he dicho, es excelente en las zonas que rodean los
auditorios pero en la planta baja, donde se encuentran las salas de reunión,los
espacios comunes se iluminan con una luz que aunque lo intentara (en mi
opinión) no parecía natural (no lo era).
La escala,
al igual que la luz, impresiona en los espacios de paso y comunicación, donde
todo se desmaterializa y te haces pequeño. Sin embargo cuando entras en los
espacios aislados pensados a escala totalmente humana esto no pasa.
En cuanto
a los materiales, a parte del vidrio, que es el causante de todas las buenas
sensaciones que he captado, solo puedo decir: suelo de roble, paredes de cedro
canadiense y solo y exclusivamente en la sala de cámara, paredes de pino de
Oregón.
En mi
opinión, el espacio más apetecible y que más te acoje es el deambulatorio de
cara al mar, donde la luz y la penumbra luchan gracias a un espacio más
recojido, con alturas más bajas y unas vistas impresionantes por unas grandes
aberturas en esas paredes de vidrio. Para mí es el único espacio en e Kursaal
que consigue la evocación.
Quizás fue
causa de la visita guiada de la cual no soy partidaria (y pienso que no fue
util) pero mi experiencia en el Kursaal no fue del todo agradable e
inspiradora. Como ya he dicho, aprovecharía solo un espacio para perderse
mientras que el resto del establecimiento es bastante convencional quizás
tambien por la necesidad. Supongo que en salas de reuniones, auditorios y
demás, no se puede variar mucho lo que ya está escrito y por supuesto, la luz
es necesariamente artificial.
ZUZA
JORGE
OTEIZA
Sobre el
museo de Oteiza hay poco que escribir. Para empezar, el edificio simplemente no
aparece ante nosotros sino que somos nosotros los que aparecemos ante él
subiendo una larga escalinata que repentinamente acaba casi en la misma puerta
y por tanto sobre el exterior del edificio no puedo decir más.
Una vez en
el interior los espacios son muy abiertos y luminosos, con distintos recorridos
que facilitan la deambulación que como se puede apreciar, es lo que más me
gusta valorar de un edificio. Dentro nos sentimos resguardados de cualquier
calamidad que pueda darse fuera, nos sentimos como en casa, percibí un aire a
fortaleza.
En el
interior, la orientación es fácil ya que hay numerosas aberturas en las paredes
y a través de ellas puedes saber continuamente dónde estás además de favorecer
al tránsito. Esto sumado a las grandes escaleras y a la larguísima rampa crea
un espacio muy abierto a cualquier tipo de recorrido.
La
iluminación es uniforme y ténue, lograda en su punto justo para la observación
y examen de las esculturas de Oteiza. Se consigue con grandes lucernarios y
ventanas más grandes aún.
La escala
y los materiales son totalmente normales. No crean un símbolo distintivo en el
edificio salvo quizás el color de las paredes, salmón, poco común.
En mi
opinión el edificio está claramente enfocado a la exposición de las obras de
Oteiza ya que no encuentro una finalidad más allá. Simplemente lo consigue de
una mejor manera que los museos convencionales y más dinámicamente. Lo que me
ha llamado más la atención de este lugar sin duda son los huecos en las paredes
a diferentes alturas y de diferentes tamaños , para asomarte, para apoyarte,
para pasar de una sala a otra...
Un grato
viaje del que destacan los paseos por la playa que dificilmente son superados
por ambientes cerrados. LA NATURALEZA SIEMPRE GANA